viernes, 6 de marzo de 2009

Circle of Life

Una de las películas de mi infancia que más recuerdo es la del Rey León. Aparte de que la vi el día en que cumplí 8 años, mi hermanita pequeña la quería ver todos los días, así que hubo un momento en que todos en mi casa nos la sabíamos de memoria.

Pero, entrando en el tema, uno de los motivos por lo que me gusta mucho es por su soundtrack. Especialmente me agrada la estrofa inicial de la canción que da título a este post. Así que profundizaré en ella.

From the day we arrive on the planet
And blinking, step into the sun
There's more to be seen than can ever be seen
More to do than can ever be done


Creo que me acuerdo constantemente de esta frase porque toca una verdad innegable: hay límite en lo que se puede ver, aprender, disfrutar, en pocas palabras VIVIR. Muchas veces me he cuestionado la trascendencia de una decisión pequeña, el leer un libro y no otro, ir o no ir a una actividad cultural, un viaje, etc. Hay costos de oportunidad en cada decisión que se toma. Tal vez esa sea una de las razones por las que me cuesta decir que no a las oportunidades que se me presentan, prefiero atiborrar mi agenda, no descansar tanto o incluso terminar rendida al final de un día o de un proyecto, a pensar que pude haber hecho algo y no lo hice. Y mejor ni empiezo con las decisiones más trascendentales... dónde trabajar, en qué ciudad vivir, con qué tipo de personas rodearse, etc.

Lo que me impresiona es que estas decisiones grandes, estas rutas que vamos haciendo y siguiendo en la vida muchas veces surgen de simples veredas, decisiones que no razonamos tanto y que tal vez cambiaríamos si supiéramos la trascendencia que tendrán. No creo en la suerte, creo que cada quien va haciendo la suya propia. Pero considerando todo lo anterior, el impacto de las decisiones, cómo se aprovecha el tiempo limitado y si se le saca "el jugo" que se le puede sacar a la vida según la situación personal... está cañón. Sobretodo porque muchas veces se nos va de la cabeza la idea de que nuestra vida es una y finita, cada segundo que pasa es un segundo que no regresará.
Darle vueltas a estas cuestiones puede resultar desesperante a veces. No hay respuestas claras a si uno ha hecho o no decisiones correctas, a fin de cuentas el hubiera no existe. Lo decidido, lo hecho, hecho está y lo que nos queda es el ahora y la posibilidad del futuro. Pero creo que uno puede decidir aprovechar la vida al máximo, disfrutando cada momento con lo que venga y planeando y razonando en la medida de lo posible hacia dónde se quiere orientar la vida, sin que esto sea definitivo.
Me sorprendí a mi misma al revisar el "plan de carrera" que nos pidió Carmen, la Directora de LRI, y ver que lo que quería hace 5 años es lo que he hecho o estoy haciendo y sigo queriendo. Tal vez en ese momento no sabía los cómos pero sí sabía en manera general a dónde iba. Eso calmó un poco mis inquietudes de pensar en las decisiones apropiadas en mi vida, especialmente después de las incertidumbres de graduación de diciembre pasado. Gracias a Dios puedo decir que estoy satisfecha y muy contenta de dónde estoy ahorita y que creo que voy en el rumbo correcto en mi vida en general.

Como conclusiones a mis cavilaciones les dejo algunas ideas que leí la semana pasada en la maestría “Unas Lecciones de Metafísica” de José Ortega y Gasset. Especialmente me gustó la última frase. ¡Disfruten!

El vivir, en su raíz y entraña misma, consiste en un saberse y comprender, en un advertirse y advertir lo que nos rodea, en un ser transparente a sí mismo. Por eso, cuando iniciamos la pregunta ¿qué es nuestra vida? pudimos sin esfuerzo, galanamente, responder: vida es lo que hacemos; claro, porque vivir es saber que lo hacemos, es, en suma, encontrarse a sí mismo en el mundo y ocupado en las cosas y seres del mundo.

Nuestra vida, según esto, no es sólo nuestra persona sino que de ella forma parte nuestro mundo: ella – nuestra vida – consiste en que la persona se ocupa de las cosas o con ellas, y evidentemente lo que nuestra vida sea depende tanto de lo que sea nuestra persona como de lo que sea nuestro mundo.

Vivimos aquí ahora; es decir, que nos encontramos en un lugar del mundo y nos parece que hemos venido a este lugar libérrimamente. La vida, en efecto, deja un margen de posibilidades dentro del mundo, pero no somos libres para estar o no en este mundo que es el de ahora. Sólo cabe renunciar a la vida, pero si se vive no cabe elegir el mundo en que se vive. Esto da a nuestra existencia un gesto terriblemente dramático. Vivir no es entrar por gusto en un sitio previamente elegido a sabor, como se elige el teatro después de cenar, sino que es encontrarse de pronto y sin saber cómo, caído, sumergido, proyectado en un mundo incanjeable: en este de ahora. Nuestra vida empieza por ser la perpetua sorpresa de existir, sin nuestra anuencia previa, náufragos en un orbe impremeditado. No nos hemos dado a nosotros la vida sino que nos la encontramos, justamente, al encontrarnos con nosotros. Un símil esclarecedor fuera el de alguien que dormido es llevado a los bastidores de un teatro y allí, de un empujón que lo despierta, es lanzado a las baterías, delante del público. Al hallarse allí ¿qué es lo que halla ese personaje? Pues se halla sumido en una situación difícil sin saber cómo ni porqué, en una peripecia; la situación difícil consiste en resolver de algún modo decoroso aquella exposición ante el público, que él no ha buscado ni preparado ni previsto. En sus líneas radicales la vida es siempre imprevista. No nos la han anunciado antes de entrar en ella – en su escenario, que es siempre uno concreto y determinado –, no nos han preparado.

La vida nos es dada – mejor dicho nos es arrojada o somos arrojados a ella –, pero eso que nos es dado, la vida, es un problema que necesitamos resolver nosotros, Y lo es no sólo en esos casos de especial dificultad que calificamos peculiarmente de conflictos y apuros sino que lo es siempre. Cuando han venido ustedes aquí han tenido que decidirse a ello, que resolverse a vivir este rato en esta forma, que traerse a sí mismos aquí. Dicho de otro modo: vivimos sosteniéndonos en vilo a nosotros mismos, llevando en peso nuestra vida por entre las esquinas del mundo. Y con esto no prejuzgamos si es triste o jovial nuestra existencia: sea lo uno o lo otro está constituida por una incesante forzosidad de resolver el problema de sí misma.

Por lo mismo que nuestra existencia es en todo instante un problema, grande o pequeño, que hemos de resolver sin que quepa transferir la solución a otro ser, quiere decirse que no es nunca un problema resuelto, sino que en todo instante nos sentimos como forzados a elegir entre varias posibilidades. ¿No es esto sorprendente? Hemos sido arrojados en nuestra vida, y a la vez, eso en que hemos sido arrojados tenemos que hacerlo por nuestra cuenta, por decirlo así, fabricarlo. O dicho de otro modo: nuestra vida es nuestro ser. Somos lo que ella sea y nada más; pero ese ser no está predeterminado, resuelto de antemano sino que necesitamos decidirlo nosotros, tenemos que decidir lo que vamos a ser.

Vida es lo que somos y lo que hacemos: es, pues, de todas las cosas la más próxima a cada cual. Pongamos la mano sobre ella, se dejará apresar como una ave mansa.