domingo, 27 de abril de 2008

La delicia de poder disfrutar la soledad entre otras soledades

En estos días de auto encierro para estudiar para los exámenes, he disfrutado mucho de la soledad. Para nada soy una persona antisocial, disfruto mucho estar con mi familia y mis amigos, además se me hace interesantísimo el proceso de empezar a conocer a un “extraño” para poder dejar de catalogarlo así. Cada persona tiene una historia que contar.

 

Pero también creo que antes de poder convivir con otros es necesario poder estar solo con uno mismo, conocerse y aceptarse, para después superarse. Hay que ser amigo de uno mismo, soportarse en las buenas y en las malas también. Siento sin embargo, que la rapidez de vida en el mundo moderno nos roba muchos de estos momentos de soledad tan necesarios. Corriendo de un lado a otro, de actividad a actividad de pierden muchos momentos para simplemente pensar y reflexionar en silencio.

 

Por eso me encanta poder hacer esas pausas para mí misma, sean ir a Ejercicios Espirituales con silencio exterior  de una semana, salir al balcón de mi cuarto a ver el atardecer o simplemente el poder acostarme en la cama antes de dormirme y reflexionar en paz, sin música, sin televisión, sin computadora, sin nada, sola.

 

Ahora que vivo en Toulouse he disfrutado mucho de estos momentos también, aún siendo una entre los aproximadamente mil habitantes de la Cité Universitaire Chapou. Es delicioso llegar a mi cuarto a la tranquilidad, a mi orden, a mis ruidos, a mis maneras de vivir. O irme en bici a despejarme un rato, como lo hice ayer que me fui a la Garonne (el río de Toulouse) a ver el atardecer y tomar el aire fresco antes de regresar a concentrarme en los Grands Problémes Sociaux Contemporains (una de mis materias).

 

La soledad si se comparte con alguien deja de ser soledad, y me gusta también llegar con mis amigos de Chapou a platicar un rato o a cenar juntos o cualquier cosa. Pero también es padre y raro a la vez el saber que comparto soledades sin dejar de estar sola, como ahora que estoy escuchando a Mike mi vecino tocar la guitarra con emoción en la suya propia. Así que de Toulouse me llevaré esta experiencia de disfrutar estos momentos sin perder la soledad y desde la mía, les deseo a ustedes que disfruten las suyas, para así compartirlas también.

 

  A bientôt!!!

1 comentario:

Unknown dijo...

Me gusta tú metáfora de las soledades. Quizá porque me hace pensar en algo que he considerado muchas veces: para compartir la vida propia, es necesario tener vida propia; para agregar algo a los demás hay que tener que agregar, y ordinariamente, la soledad ayuda a descubrir ese algo. Es un tema que al igual que la mayoría de las realidades humanas se encuentra en dos extremos. Es curioso que la vida del hombre se tenga que hacer hacia dentro y hacia afuera. Necesitamos de la soledad para crecer para descrubrirnos, y a la vez necesitamos de los otros para descubrinos.

Bajo cierta perspectiva, a la soledad se le podría atribuir el sentido de distancia. La distancia cuando se habla entre personas, ordinariamente tiene una comprensión no muy positiva. Sin embargo hace unos meses leí una cita de un teólogo, que me hace considerar la importancia de la distancia y en este contexto, por ende, el de la soledad: "...la distancia que es irrenunciable en el amor: "En el amor verdadero, los que se aman no están pegados el uno al otro, sino que se tienen la distancia que es necesaria para verse por completo el uno al otro y encontrarse". Cada uno deja al otro el "tiempo" y el "espacio" para preparar y presentar sus deseos o "preparar sus regalos".*

La distancia, la soledad se vuelve una condición para el verdadero convivir, y por tanto para la expresión más sublime que es el amor.


*(BALTHASAR, Hans Urs von, Teodramática. Vol V, El último acto, Madrid 1997, 96).